martes, 25 de febrero de 2014

EL DELTA DEL PARANÁ


     

 El hecho extraordinario que relata esta leyenda, ocurrió en tiempos en que reinaban  los timbúes, en las plácidas costas del Río Paraná, casi en el lugar de su desembocadura.
            Dícese que un día el viejo y sabio cacique, cansado de aguantar las frecuentes travesuras de su hijo primogénito, le llamó y habló de esta manera:
            —¡Ya eres un hombre, Junco!... pronto tendrás que reemplazarme en el gobierno de la tribu y me apena ver tu poca formalidad ¡No haces otra cosa más que andar correteando por los montes, sin preocuparte por nada serio!...
            —¡Es que son tan bellas las flores y los pájaros, padre!...
            —Comprendo, pero es necesario que aprendas a trabajar como el resto de los hombres. De lo contrario dejaré esta tribu a tu hermano menor.
            —¿Y qué  debo hacer, padre?...— Preguntó Junco arrugando el entrecejo.
            —¡Demostrarme que eres capaz de hacer algo útil!
            —¡Está bien!...—dijo el mocetón y se alejó sin que nadie volviera a saber de él en muchos años.
            En cuanto Junco se halló lejos de la presencia de su padre, dirigióse a la choza de su inseparable amigo Ceibo para cambiar ideas.
            —¿Qué piensas hacer ahora?...—inquirió Ceibo.
            —Demostrarle a mi padre que no solamente soy capaz de trabajar, sino que hasta puedo crearme un reino con mi esfuerzo.
            —Pero...¿sabes tú lo que eso significa?
            —¡Ya verás!...¡Cuando precise tu ayuda vendré a buscarte!...¡Adiós!
            Saltó Junco a su canoa y se lanzó río abajo hasta llegar a la desembocadura.
            Una vez allí, sentado a la orilla del gran río, se puso a mirar el agua con tristeza, mientras pensaba:
            —¡Qué lejos estoy de mi pueblo!...¡Ya no veré jamás a mis amigos! ¡Ya no tendré la suerte de escuchar, como este río, sus voces y sus risas al pasar por la ribera!... ¡Cuán infeliz soy, pobre de mi!...
            A punto estaba de llorar, cuando vieron sus ojos que las aguas arrastraban una gran cantidad de limo.
            —¡Dioses!...—gritó lleno de júbilo—¡estas tierras vienen de mi país! ¡Ellas habrán sido labradas por mis hermanos!... ¡Acaso traigan las nobles cenizas de mis abuelos!... ¡Las juntaré y formaré con ellas una isla!... ¡De este modo me sentiré más cerca de los míos! —y...uniendo la acción a la palabra, hundió sus pies en el limo y comenzó a reunir los materiales arrastrados por el río.
            Poco después los pájaros y las nubes vieron surgir de las aguas una pequeña isla.
            Terminada esta pequeña tarea, Junco buscó la ayuda de su amigo Ceibo y entre ambos siguieron construyendo islas y más islas, hasta formar nuestra hermoso Delta del Paraná, ¡verdadero paraíso donde flores, pájaros y frutos, contribuyen a endulzar la vida!...

            Y ... concluye diciendo la leyenda que no sólo perdonó el cacique las faltas de su hijo, sino que instalando su tribu en esas islas, le ayudó a completar la obra.  

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