Dios
repartía sus dones a los árboles y éstos se adelantaban a elegir atributos y
belleza. Yo quiero ser fuerte—dijo Ñandubay— y fue más duro que la piedra, más
resistente que el hierro.
—Mi ideal es
ser saludable— exclamó la Anacahuita— y lo consiguió.
Al Jacarandá
le concedieron esa agilidad de verso temblante, lírica en la primavera cuando
luce su penacho lila maravilloso. El Laurel reclamó hojas oscuras y lustrosas.
El Espinillo se adornó con sus áureos pompones perfumados. La Pitanga y el
Guaybiyú, pidieron azucarados frutos. El Ceibo se decoró de bellas flores
rojas. El Tala quiso rudeza india de nudos y espinas. El Viraró, elegancia. El
Sauce Llorón, poesía. El Sinasina, transparencia. El Ñapindá, avaro, reclamó
uñas. La Aruera, un poder misterioso para castigar a los inciviles que no le
rindieran homenaje. El Paraíso, aroma. Y las Tacuaras, esbeltas y musicales,
solicitaron ser útiles para las picanas del trabajo y para arrancar una sonrisa
de júbilo a los niños como armazón de la luminosa cometa.
Después vino
el Ombú. Dios había agotado todos sus dones.
—¿Qué te
puedo ofrecer, pobre Ombú?
—Sombra para
el descanso de los hombres.
—Todos la
poseen.
—Corpulencia
para ser un índice en la vastedad de la llanura, para que el gaucho desde la
lejanía sienta la emoción del hogar tibio que le espera.
—¿Y que más,
Ombú?
—Deseo que
mi leña sea débil, esponjosa, y frágil; que no resista a una ensambladura o a
un clavo. Que se quiebre a la menor presión; que se vuelva polvo al contacto
del sol o de la lluvia.
—¿Y por qué,
Ombú, no pides color, dar flores o sabrosos frutos? ¿Por qué no quieres tener
una bella madera?
—Padre mío
—contestó el Ombú humilde—, sé que una vez vino al mundo un Hombre bueno que
predicaba el amor, la justicia, el bien… Los demás hombres lo persiguieron, lo
condenaron y lo crucificaron en una cruz hecha con el dolor de algún árbol
hermano. ¡Aún existen soñadores en la tierra!…
Déjame
contento, concediéndome lo que te pido. Tendré la conciencia tranquila,
pensando que nunca contribuiré al crimen de asesinar a un justo.
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